martes, 26 de febrero de 2008

Marciánica

Amaba un cuerpo con alas,
zumbaban en mi cerebro
sus parpadeos.
Domesticaba los placeres
de su armadura caliente.
Asaba su levedad
en la parrilla de mis ansias.
Como un cerdo masticaba
la alcancia de su alma.
Y ya sin armas me declaré
en combate con su cielo.
Se deshacía temprano el nudo
de las piernas y las sábanas.
Se hacía tarde cada noche
y de noche la mañana.

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